UNA LÁNGUIDA MIRADA
O de como el hombre es un ser irregular como las carreteras que llevan a Arenys de Lledó.
Después de un tiempo Chamizo is on the road again, lo cual implica volver a situaciones que ponen el intelecto humano al borde de esa delgada línea que separa el sueño de la vigilia y que precisan de un ojo experto para distinguir la diferencia. Obligan al individuo a moverse y actuar con cuidado porque en cualquier momento puede ceder a las fuerzas de Morfeo y caer en telarañas de velcro donde uno se queda enganchado, envuelto y engullido por Arañas de patas de pelo ancho y fuerte.
Así, en un apacible día de abril, la cultura nos llevó un poco más allá de la cartografía barcelonesa, a un lejano lugar, de cuento, cuento, conocido como la “Franja”, allá por el Matarraña, donde Dios perdió el zapato y pasó de ir a buscarlo y desde entonces decidió caminar descalzo porque eso de llevar una sandalia sí y una no le hacía medir ahora 1’60m, ahora 1’70m, ahora 1’60m… A media mañanita ya íbamos todos bien empaquetados en una furgoneta conducida por Telma, con McGyverDj de copiloto, que consiguió acoplar su iphone-supertecnológico al mecanismo electrónico del minibús con un clip y amenizaba el viaje con las últimas tendencias musicales, en la parte trasera músicos y fanes, un poco más atrás los instrumentos y trastos varios que se consideran necesarios para hacer un concierto y cerrando el desfile la puerta trasera que llamó la atención de manera insistente con su imponente pitonalidad.
De esta guisa leeeeeentamente nos alejábamos y dejábamos atrás la gran urbe a medida que la Caravana de Músicos, Artistas and Cia. se iba haciendo cada vez más larga hasta tener a la familia Ulises al completo. Finalmente, después de unos pipis y unas cañas, ya manejaba Telma por las carreteras gastando neumático, saltándonos las barreras de los peajes y jugando al Quién es Quién desde los Autos Locos: dos pitidos Pierre No Doy Una, tres Pulgoso y así sucesivamente hasta el Infinito y más Allá. Con esta alegría y esta dicha que rebosaba por los cuatro costados de todos los chasis nos detuvimos a hacer un refrigerio, tanto asfalto nos había soldado los estómagos con las vértebras, en una bonita población que emulaba a Cervantes, pues de cuyo nombre no puedo acordarme, que ya celebraban las vacaciones de agosto. Una vez comidos y después unas visitas al señor Roca, nos contamos, no vaya a ser que nos dejemos a alguien, y venga que la carretera que tenía que ser recta se convierte, prodigiosamente, en curvas y más curvas. Quilómetros y quilómetros sobre un alquitrán caliente que nos arrancaba comentarios del tipo éste de nosotros los de ciudad cuando nos alejamos dos palmos de casa “Oooh, cuánto verde! Oooh, qué bonito!” y, de repente, aquí y ya que te meto el freno de mano y te hago un trompo con cambio de sentido incluido a lo Vaquilla (por seguir con el bucolismo del ambiente) que hace que se nos ahogue el encanto en el gaznate. Recuperado el aliento giramos a la derecha y nos introducimos en una carretera que evidencia el por qué Dios no volvió a recoger la sandalia y que nos acercamos a nuestro tan deseado destino.
Justo al entrar unos maravillosos corazones nos anuncian que el pueblo está en pleno apogeo de su fiesta y esto nos alegra y nos pone contento el ánimo. Los habitantes y conciudadanos, a lo Bienvenido Mr Marshall, salen a la puerta del Casal del pueblo con vítores y gritos de júbilo para recibir a los urbanitas: “Vivan los Músicos!! Artistas!!” Vamos bajando de los automóviles y la furgoneta portadora de los chirimbolos y los salves acompañados de silbidos y pétalos de rosa que caían del mismísimo cielo no cesan: “Esos Músicos!! Artistas!! Artistas!!” Por Dios, qué sentimiento de responsabilidad nos embarga a todos, habrá que estar a la altura de las ovaciones. Apeados y un poco cohibidos por tan insólito recibimiento nos acercamos a la puerta y los Músicos y Artistas se hacen un baño de masas. Qué bonito es el calor humano cuando es tan espontáneo y sincero. Lo mejor será retirarse pronto de tan agasajador recibimiento a nuestras piezas para descansar un poco de tan largo viaje y prepararse para recompensar tan hospitalaria bienvenida…
Lo qué? Perdona?! Aquí ya topamos de bruces con la entelequia denominada telAraña y su particular manera de hablar lo que para el resto del mundo viene siendo el castellano. Empezando que por “nuestras piezas” sobreentendía el ancho y dilatado campo, a elegir si dentro o fuera de la furgoneta, esto ya al gusto, tampoco era cuestión de presionar, es importante el libre albedrío de cada ser en particular; y nosotros, excéntricos mimados de la urbe, cuatro paredes en diferentes niveles con camas y baño incluido en el lote. Así que nos fuimos a hacer los Pies Sucios por el pueblo y alrededores esperanzados en que, al repasar el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que ofrecimos como obsequio, a alguien se le ablandase el corazón y se apiadase de nuestras ingenuas almas, pero llegó antes la hora de sacar los utensilios para preparar las pruebas de sonido que la tan deseada fumata blanca.
Se abrió la puerta trasera de la furgoneta y volvió a sonar el obstinado pito hasta que, después de muchos inventos, se encontró la solución lógica al problema: a tomar por culo el cablecito! Qué respiro, Señor! Los nervios volvieron a su nivel basal y se pudo acabar el traslado al escenario sin derramamiento de aceite. Después que el equipamiento estuvo descargado y allí, en la puerta de servicio dejados de la mano de Dios, sólo nos quedaba pasar el rato hasta la hora de cenar. Con lo cual empezamos a hablar de la cría del berberecho salvaje y a explicarnos películas, a excepción de un miembro, Telma, que estaba indispuesta y la acogió Servicio Sociales y se la llevó al orfelinato donde al menos tuvo una cama para reposar y sudar la fiebre con un poco de calma.
Llegó la hora de las pruebas de sonido y en la sala sólo quedaron unos niños corriendo pasillo arriba y pasillo abajo detrás de unos globos para explotarlos, así que nos distribuimos por la sala y entre el a mí me sobra y el a mí me falta se consiguió ecualizar al grupo estupendamente. Felicitaciones a las voluntariosas orejas que lo hicieron posible.
Una vez finalizadas las pruebas de sonido llegó el momento de ir a llenar el buche que ya lo pedía el cuerpo, por cierto. Nos sentamos a la mesa y llegaron las bandejas cargaditas de viandas que nos distribuyeron con la famosa medida de la ley del embudo, es decir, una para los comensales y dos para mí. Para el final de la cena nos estaba reservada la parte imprescindible de todo espectáculo abuelil, la famosa rifa: “María, un leuro, un leuro la ristra! María, cómprame la rifa que me la quitan de lah mánoh!” Pero como no fuimos muy hábiles ni en el regateo ni en el salir airosos de la pugna, pagamos con el famoso: si tú no me compras la rifa yo te saco la caña y te empujo la comida pescuezo abajo pues ya me quema el verte sentadito comiendo tranquilamente los manjares en un cuarto de hora y con el no menos célebre: cinco minutos después te introduzco el índice en los riñones desplazándolos hacia el interior de tu propio cuerpo pues Chamizo debe salir a tocar ipso facto. Bueno, bueno, bueno cuánto decoro y cuántos mañosos maestros de ceremonias que nos acompañaron y adularon, cual imperial cortejo, hasta la salida al escenario de Chamizo. Por Dios que conciudadanos más poliédricos! Un pozo de sorpresas, como la de tener que tocar sin luces en el escenario. Pero, para eso estaba la no menos voluntariosa animadora de la fiesta que rauda y veloz se sacó unas maravillosas velas de la manga y las distribuyó por el escenario. Ahora! Si es que la electricidad es un invento de no hace tanto…
El concierto empezó y las mentes pudieron disfrutar del nuevo Chamizo, reorganizado a los nuevos tiempos, pero sin perder frescura e intensidad en sus melodías. Y, cómo no, la Mujer Barbuda y Leroy Jackson tuvieron su minuto de gloria. Amenizados con la música de Chamizo y Nikosia salieron a la pista y deleitaron al público con su número de la trapecista intrépida sobrevolando las cabezas de un lado al otro del anfiteatro en una arriesgada actuación que acabó con un triple salto mortal hacia adelante y el original lipdub con coreografía de breakdance que dejó sin respiración al auditorio y que fue recompensado con una ferviente ovación.
Cansaditos los cuerpos de tanto trote y cuando ya se le había puesto nombre a los asientos de la furgoneta para pasar la noche… Milagro! Nos dieron las llaves de nuestras “piezas”, qué bonitas que eran! Allí nos atrincheramos hasta las doce del mediodía a gastar y usar todos los lujos de que disponíamos: camas y un baño de verdad. Así transcurrió la noche y llegó la mañana. Una vez desayunados y preparados para partir aconteció que de lo alto del techo vimos bajar un hilo plateado que portaba a Mary Poppins que, con su paraguas abierto en un lugar cerrado, se sacó de su bolso la factura de nuestra estancia en tan campestre marco. Como buen personaje fantástico le puso imaginación, y sentido del humor, a lo que se suponía que debíamos abonar por haber hecho uso y disfrute de los espacios públicos de la villa en calidad de turismo rural. Antes de que nos desollaran vivos cogimos los bártulos y salimos presurosos hacia nuestros queridos y ansiados humos, efluvios y emanaciones urbanas.
Por Lara Calduch.
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