By E. Plasencia
Ahora que los facebooks (me declaro públicamente fan de su uso moderado), myspaces (me declaro públicamente hastiado de su diseño y funcionamiento, aunque reconozco su papel revolucionador del mundillo musical en algunos sentidos), twitters y demás inventos postmodernos parecen adueñarse del mundo internetil, me parece un buen momento para recordar cuando era un vicioso sin control de los prehistóricos chats de IRC, y en concreto de uno, el de #RNE (a la práctica era el chat de los oyentes de Radio 3). Allí podías conocer a gente de lo más variopinta y se daban todo tipo de situaciones creativas (también destructivas) llenas de humor absurdo, comunicación/incomunicación, sadismo o complicidad que suelen dar pie este tipo de encuentros anónimos en directo. También de allí salieron encuentros, ya en la realidad-no-virtual, y situaciones de lo más bizarras que hoy en día me cuesta creer, pero que ahí están en el recuerdo. Y colaboraciones con otros músicos y creadores de todo tipo. Y más…
También allí nació algo tan positivo como la página de los oyentes de radio 3, creada y mantenida en comunidad desinteresadamente, la cual tenía (y tiene) un apartado que consistía en el «sonido del día», para el que un día me pidieron mi colaboración aprovechando que llegaban al número 100. Y mi sonido favorito de Radio 3 siempre fue el de Juan de Pablos y su extrañísimo y entrañabilísimo programa «Flor de Pasión», que recientemente ha cumplido 30 años en antena (¡felicidades!). Y a él fue dedicado esta especie de retrato sonoro, o no sabría bien bien cómo llamar a este formato, que me pilló por sorpresa, y que algún día me gustaría seguir explorando.
Quiero desde aquí dar las gracias a toda la gente que conocí en #RNE por enriquecer mi vida de un modo u otro y darles ánimos a los que continúan llevando radiotres.org para seguir adelante con esa página que desde luego merecería mayor reconocimiento (sobretodo por parte de la propia Radio 3). Y a Juande, desear que siga siendo Juande, con sus ‘mmmh’ y sus ‘bueno’ y sus gustos tan estupendamente amorfos.