Lo que Lara cree que ocurrió en realidad (Sidecar I)

DO THE CARACONO!

Para todos aquellos que esperábamos con padrastros en la punta de los dedos el regreso de Sanchami and The Caracono’s Boys de vuelta encima de un escenario, fue un agradable evento el poder pagar cinco maravillosos euros y descender las escaleras que nos llevaron a las entrañas del mismo infierno del Sidecar.
Allí hubo quienes padecieron los interminables minutos de pruebas de sonido (con el particular asalto de Mohamed Héctor versus el Técnico de la sala. Se asistió a unos cuantos rounds, presentados cada uno de ellos por una hermosa manceba vestida con avatares y un formidable látigo de cuero. El resultado fue unas encarnizadas tablas) la entrada de Guillem a lo llegar y besar el santo, los ensayos de uno a uno y luego todos juntos y el típico «pique» entre músicos de súbeme a mí un poco más que no me oigo… El caso es que por fin estuvo todo preparado y los nervios empezaron a palparse en el ambiente: realmente el sonido sonaba? vencerían los chamifans su fobia a la lluvia? a qué huelen las cosas que no huelen?
Tras un breve Kit-Kat, donde los móviles iban y venían y un tráfico de maletas mareaba la vista captando adeptos, la Chamiband regresó, con unos pequeños cambios estilísticos de más, para que el espectáculo diera comienzo. Fraguel-rock se iba llenando con los asistentes a la Fiesta. Así llegaban con cuentagotas el Capità Enciam, el Homer, el Follonero, el Cocoliso, el Spencer y la Tamara. La puerta se abría y aparecían el Superagente 86, la Alicia, el Josmar, el perro Snoopy, el Mortadelo y el Filemón, la Pantera Rosa, el Leonardo Dantes y el Comando G. De la barra a la pista, de la pista a la barra cargados y sedientos el Ringo, el Charlie Rivel, la Moños, la Sisí, el Tomàtic y la Ruperta, la Gallina Caponata y el Caracol Perejil. El Shin-Chan, la Pocahontas, el Pinocho, el Lobo Feroz, el Pierre no doy una, el Simbad, la Blancanieves, la Bruja Calixta, los Telettubies y el Lucky Luck. Desahogándose en los lavabos el Gorila Maguila, el Caganer, la Campanilla, el Spiderman, el Pescailla, el Daredevil, la Caperucita, el Pluto y el Milú, el Tom Sawyer, el Guillermo Tell y el Toni Genil. Bailando, aplaudiendo, silbando y haciendo los coros en cada canción la Bruja Avería y los Electroduendes, el Carod, el Bisbal, el Crusty, el Senyor Cordills, la Arale, el Picasso, el Charlot y el Pulgarcito. Sin olvidar al Flanders y al Papá Pitufo abrazados a la Chochona. El Tete Montoliu y el Peter Pan hablando con los Lunnis y la falta de entendimiento entre la Alaska y el Mister Hiccup. Me parece que ya estábamos todos o, a lo mejor, no hemos contado a alguien… Ah, sí! Sólo faltabas tú. Te emplazamos para que te unas a la Comunidad el concierto que viene.
El Circo Mundial de Variedades desmontó en el Sidecar y la pista central era un enorme hervidero de pies que danzaban, como poseídos, el DO THE CARACONO. Todos sumidos en un trance-loop aplaudían, reían, vociferaban, saltaban, sudaban la camiseta con cada nuevo número (aunque los Diferentes fueron muy Normales. Quién se echó atrás? Tengo mis sospechas casi hiladas tras una ardua tarea de periodismo de investigación) y jaleaban al borde de la afonía «otra, otra, otra…» en una imparable descarga de adrenalina del hipotálamo. Los virtuosos de los instrumentos fueron aclamados y llevados en volandas de punta a punta de la sala concediendo entrevistas entre codazos, piojillos y luces de flashes que los retrataban para la posteridad. Cosa que aprovechó la Giganta Tetuda para hacer sus pinitos en la cuerda floja, a 20 metros del suelo y sin red, cargada con los cedeses de Chamizo en ambas manos, el folio de los e-mails entre los dientes incisivos y la punta del bolígrafo en un equilibrio casi imposible en la pupila del ojo. Pero, incomprensiblemente, pasó con más pena que gloria ante las miradas de los asistentes varios que empezaban a reducir sus niveles de testosterona y estrógenos.
Así que como diría la señora Doña Ana de Palacios para ir resumiendo y aclarar ciertos puntos: Esto fue lo que pasó y así se lo hemos contado, ni más ni menos ni menos ni más.

by Lara Calduch

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